Hace muchos
años, a finales del siglo XVIII, hubo una batalla en Estados Unidos, la batalla
de White Plains. Un mercenario alemán que luchaba junto al ejército británico
fue decapitado por una bala de cañón, que le arrancó la cabeza y quedó
desperdigada por el campo de batalla. Sus compañeros, al verlo, cogieron el
cuerpo del soldado caído y lo enterraron en el cementerio de un pequeño pueblo
llamado Sleepy Hollow; pero nunca pudieron encontrar la cabeza.
Al
año siguiente, en los días cercanos a Halloween (cuando había sido la batalla),
el jinete sin cabeza despertó en busca de su cabeza y de la persona que lo
decapitó. Al no encontrarlo, se dedicó a perseguir a los vivos y arrancarles la
cabeza.
Se cuenta que,
desde entonces, cada noche de Halloween, el fantasma del jinete sin cabeza
despierta y vaga por el mundo de los vivos decapitando a todo aquel que se
cruza por su camino hasta encontrar una cabeza que pueda reemplazar a la suya.
Cada
año, para Halloween, me gusta recordar esta leyenda a través de la adaptación
cinematográfica de Tim Burton protagonizada por Johny Deep (Sleepy Hollow).
En
esta película, el agente Ichabod Crane es enviado al pueblo de Sleepy Hollow,
donde un asesino decapita a sus víctimas. Él deberá averiguar si el asesino es
el jinete sin cabeza o es un habitante del pueblo. ¿Quién será? ¿O… son los
dos?
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